Si escribir es una de las formas de sobreponerse a los embates de la vida, sin duda dibujar y pintar supone, al menos para mí, otra receta con similares efectos.

En la infancia todos usamos este medio de expresión, no hay niño que no dibuje. Y no se trata de un pasatiempo sin más. Por el contrario los expertos argumentan que supone un modo fundamental para experimentar e investigar; pero sobre todo, para que los pequeños entrenen el autoconocimiento.

«Autoconocimiento». ¡Qué palabra! Y cuán difícil pronunciarla en la actualidad sin ese poso como de coach del tres al cuarto. Pere ese es otro tema.

«Una de las cosas más complejas en esta vida es conocerse a uno mismo.»

Es una frase de mi padre. Pero creo que podría elevarse a la categoría de «frase de padre/madre» en términos genéricos.

Confieso que siempre he escuchado con regocijo los relatos vitales de aquellas personas que, desde bien pequeñitos, sabían a qué dedicarse. En qué actividad centrar el máximo porcentaje posible de su tiempo, dónde focalizar sus esfuerzos, planear a fin de cuentas una meta concreta con minuciosidad. Nunca ha sido mi caso. O al menos, no de forma tan definida.

Por el contrario, para bien y para mal y aunque obviamente sí hay áreas que me suscitan mucha más inquietud que otras, siempre he mirado al mundo con curiosidad. Sin perder, aunque suene un tanto cursi, ese afán que esgrimen los niños de forma natural por investigar, conocer y poder explicar tanto el mundo que me rodea como los sentimientos que abrigo.

Semejante actitud para con la vida es, no me cabe duda, germen de mis textos. Pero también ha sido la semilla de otras formas de expresión artística.

La excusa: ilustrar mis propios relatos

Me encantaría disponer de más tiempo para cultivar esta faceta. Y reconozco sin ambajes que es mucho más lo que me queda por aprender que lo que sé. Carezco de formación reglada y lo asimilado obedece a un proceso autodidacta.

Durante este confinamiento sin ir más lejos he recurrido mucho al dibujo y he experimentado con algunas técnicas de pintura que me resultaban más ajenas, como la acuarela. Aunque normalmente aprovecho mis relatos un poco como excusa para dibujar e ilustrarlos.

Precisamente a raíz de una ilustración que hice de Trotski, Stalin y un Big Mac para el particular poemario que tengo entre manos… se me ocurrió una (otra más) idea peregrina.

Es curioso cómo un proyecto sirve de embrión para otros. Los intrincados vericuetos de la creatividad, supongo.

Mi tienda en Redbubble

Hasta el momento, nunca había pretendido monetizar mis diseños. Fuera a lo sumo de servir como guarnición a mis escritos como ya he explicado.

Pero en fin, superando mi inseguridad la idea en cuestión no era otra que partir de ese diseño para hacer una serie de ilustraciones, muy politizadas y con frases jacarandosas, con el objetivo de subirlas a una plataforma de impresión bajo demanda.

De este modo y si tenéis a bien, podéis comprar los diseños que más os gusten sobre distintos formatos: tazas, camisetas, cojines… hay un gran número de posibilidades.

Todo ello para vuestro regocijo, pero también y por supuesto en aras de incrementar mi pingüe y aún así siempre insuficiente hacienda.

Bromas al margen, no es que los autores nos vayamos a forrar precisamente con este sistema, y tengo en cuenta que tanto los costes de Redbubble y otras plataformas similares así como los gastos de envío son un tanto elevados para los estándares españoles…

Con todo, se me antoja que es una buena forma de apoyar a artistas locales de distintas partes del globo, adquiriendo además diseños originales que no podrás encontrar en ninguna de las tiendas del señor Amancio Ortega.

Tenéis en el banner principal y en la sección «arte» de la web enlace a la tienda. Pero os lo dejo aquí también, por comodidad.

También he adaptado algunos diseños procedentes de «Aguijonazos».

Por último, deciros que la web ha recibido también algunos retoques leves, ahora aparece por ejemplo un carrusel con opiniones de mi libro.

Un saludo y gracias de antemano.

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